miércoles, 22 de junio de 2011

El rechazo


El miedo al rechazo, a esa sensación de no ser aceptado, de allí viene mi timidez; esa manía de ocultarme, de aislarme, de crear un mundo aparte con reglas y valores distintos. No sé si algún día podré establecer si fue el rechazo lo que me hizo diferente o si fue el ser diferente lo que causó el rechazo, quizás fue una combinación de ambas cosas.

Es extraño, vivir en el rechazo te hace fuerte o quizás tal vez insensible a lo que sientan los demás, aprendes a hacer cosas sin esperar nada del otro u otra, aprendes a amar desde lejos, desde la anónima distancia, sin esperar respuestas, sin carne, sin calor. Aprendes a habitar en el anhelo, a convivir con la tristeza, con la soledad.

Cuando el alma hace de la soledad su hogar, se hace en extremo difícil convencerla que existen lugares realmente acogedores, cuando el alma se hace adicta a la soledad, es casi imposible satisfacerla con otros sentimientos. La soledad es un lugar muy cómodo, tal vez un poco frío, oscuro, húmedo, pero para quien es rechazado, es el lugar ideal, sólo tienes que estar solo, para estar allí.

 El miedo al dolor que causa cada rechazo, hace que uno se convierta en su propio carcelero. No solamente te auto-aíslas, te cohíbes de crear  o de compartir lo que has creado, o lo que piensas de algo en particular. Te terminas negando a ti mismo; es como exilarse en un rincón oscuro donde deberás pasar desapercibido si no quieres tener problemas, si no quieres sufrir.

El problema de todo esto, es que cuando por fin eres aceptado, no lo crees, te comienzas a hacer preguntas: ¿por qué?, ¿cómo?, ¿qué es lo que aceptan?, ¿hasta qué punto?, ¿con qué interés? ¿Es cierto o es otro engaño, otra burla o a lo mejor se confundieron y pronto van a repara en su error y volverán a rechazarnos? Y entonces de manera inconsciente somos nosotros mismos quienes  propiciamos el ser rechazados.
Tal vez así nos sentimos más seguros, tal vez seamos nosotros los que rechazamos a los demás, tal vez el rechazo termina siendo mutuo.
Pero yo siempre diré: ellos empezaron.










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