martes, 26 de julio de 2011

SAQUÉ O



Sus pasos cansados por una muy prolongada caminata se detuvieron en el banco de aquella plaza, extenuado y hambriento, posó su cabeza en el respaldo del banco y la aridez de su boca, le recordó que era imperante conseguir algo de beber.

Sus sentidos, agudizados por su precaria situación, pronto le indicaron dónde podía saciar su sed; esa fragancia tan intensa y sutil, prometía el jugoso bocado que su cuerpo requería, aquella fruta jugosa le invitaba a calmar la ardiente sensación de su garganta: la tomó en sus manos, sus uñas descuidadas le sirvieron para retirar la dura concha que la cubría, lo que hizo con desesperada diligencia.
Al fin tuvo en su boca el ansiado manjar, su pulpa jugosa inundaba su paladar, haciendo despertar a aquellas malogradas papilas gustativas, acostumbradas sólo al sabor de la saliva.
Sentía cómo poco a poco aquel néctar se deslizaba por su garganta llenándole de un profundo placer casi olvidado.

Un repentino dolor le hizo despertar de aquel éxtasis, pero no era un dolor interno como a los que ya estaba acostumbrado, aquel era un dolor mucho más inmediato y puntual, mucho más terrenal y contundente.

Sus oídos le alertaron de lo que estaba aconteciendo; un sujeto algo borroso, insistía en golpearlo con un palo, reclamándole no sé qué cosa de un pago, pero la ferocidad de los golpes no le dejaban entender nada, hasta que otro ser menos borroso intercedió para que cesara aquel inexplicable asunto de los golpes.

Parece que aquel ser de los palazos, reclamaba un pago por aquella naranja que él se había comido y le acusaba de haberla robado y no sólo eso, sino que también había regalado otras tantas o otros seres sedientos que por allí pasaron.

La persona que detuvo el castigo trató de hacerle entender que las naranjas que allí estaban pertenecían a aquel ser violento y desagradable y que debía compensarlo por haberlas tomado sin su consentimiento, él aunque extenuado por la muy prolongada caminata que lo había llevado hasta ese lugar, accedió a compensar a aquel ser desagradable con unas horas de trabajo.

Aquel ser desagradable vio la oportunidad de sacar mayor partido de aquella situación y la asignó  a aquel ser cansado y harapiento un conjunto de desproporcionadas tareas.

El sol intenso, hacía de cualquier esfuerzo una tarea de difícil ejecución, sus mermadas fuerzas requerían de un poco de hidratación para poder continuar realizándolas y decidió acercarse a aquel ser desagradable, quien se encontraba bajo una cómoda sombrilla, disfrutando de una refrescante bebida. Con un gesto natural intentó que aquel ser desagradable compartiera con él aquella bebida, pero este, no sólo se negó sino que ofendido, le exigió que comprara una propia.

Pero él no tenía ninguna forma de comprar nada y así se lo hizo saber a aquel ser desagradable, este, viendo que podía sacar provecho de esta nueva situación, le dijo que si se comprometía a realizar unas tareas extras, le podría dar un adelanto para que comprara alguna bebida.

No podía creerlo, por fin su cuerpo recibía el tan anhelado líquido que tanto había estado necesitando y por el que tantos problemas había estado pasando.
Trataba a aquella bebida con un cuidado tal que se diría que no quería tomarla, era como si cada trago le hacía vivir la felicidad absoluta.

El ser desagradable fue a supervisar las tareas que estaba realizando  aquel ser extraño y harapiento, al acercarse notó como cada sorbo de aquella bebida  llevaba a aquel ser extraño y harapiento a un inmenso estado de goce y felicidad, el ser despreciable sintió una como rabia inusitada lo iba invadiendo y con un disimulado descuido, tropezó la bebida del ser harapiento derramándola en el suelo.

El ser extraño y harapiento comprendió que se trataba de un accidente y no se molestó por lo ocurrido, pero sí le solicitó al ser despreciable que le repusiera la bebida derramada, pero el ser despreciable se rió de él y le dijo que si quería otra bebida tendría que realizar más tareas extras para poder obtener otro adelanto.

 SAQUEOOOOOOO…!  una voz estrepitosa dio la alarma y las personas que estaban de compras en aquella plaza, dieron rienda suelta a un muy reprimido sentimiento de frustración e indignación por cómo eran tratados y abusados por aquellos vendedores que ignorando su propio origen, los especulaban sin ningún escrúpulo, aprovechándose de sus necesidades.

Frutas, verduras y tarantines volaron por lo aires, todo se volvió muy confuso y aquel ser extraño y harapiento tomó lo que pensó merecía por sus horas de trabajo y aunque muy cansado, continuó su larga caminata en busca de no sé que cosa.


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