lunes, 6 de mayo de 2013

La Parábola del Hueco.


La Parábola del Hueco.





No recuerdo si fue en un taller de planificación con el profesor Enrique Vila o en un taller que una persona, a quien estimo mucho, hizo con un arquitecto argentino, pero un día alguien vino a mí, con la perogrullada de que lo único que se podía construir de arriba para abajo era un hueco. 

Al  principio lo tomé, sólo, como una perogrullada, pero luego me fui dando cuenta de que lo quise ver de esa forma, sólo porque me había molestado mucho la idea de que algo tan sencillo y tan fundamental no se me hubiera ocurrido a mí, que suelo creer, a veces, que tengo todas las respuestas. Pero a pesar de toda la soberbia de mis delirium tremens, aquella idea resultaba ser tan obvia, que comencé a integrarla a mi sistema de percepción de la realidad, aunque de una forma aún muy débil y muy incipiente.

Fue sólo después de una experiencia un tanto traumática que viví recientemente, que le fui descubriendo mayor pertinencia a aquella idea de que  toda construcción descendente, es decir, que se realiza de arriba para abajo,  terminaba siendo un hueco.

Resulta que por esos días estuve participando en un proceso donde mi papel fundamental era el de planificador, pero la planificación es, o debería ser, un acto colectivo, así que procedí flexibilizar las cosas que doy por ciertas como estrategia comunicacional para convocar al abordaje colectivo de aquella actividad de planificación, pero choqué de frente con un conjunto de creencias e intereses difusos, que terminaron por generar una situación de invalidación (duda de capacidad) lo que produjo que las distintas aportaciones desde las cuales estaba contribuyendo a orientar las acciones de aquel proceso, dejaran de tener pertinencia.

Mi reacción primaria ante aquella situación de invalidación, fue sentirme traicionado por quienes debieron haber acudido a mi convocatoria de abordaje colectivo, venciendo sus propios procesos de autoinvalidación, pero que, muy por el contrario, llevados por la incertidumbre que les causaba este abordaje colectivo, optaron por desconocer, incluso, sus propias capacidades de relacionarse con la realidad, lo cual terminó por generarles unos  niveles insostenibles de inseguridad.

Así que a las primeras de cambio, aprovecharon algunos elementos de certeza (aprendizaje) que se habían generando desde el proceso de abordaje colectivo, para acceder a un nivel de comprensión de la realidad que les aportara los elementos necesarios para disminuir los altos niveles de incertidumbre e inseguridad y conquistar un conjunto de objetivos inmediatistas, que, si bien les iba generar beneficios y seguridad material, nunca les llegarían a aportar, los niveles de autovalidación necesarios para desarrollar estados más autónomos de interacción con la realidad.

Comprendí que había sido un error el haber asumido que la aceptación del  abordaje colectivo de la realidad, constituía un proceso natural de interacción entre los sujetos que integran una determinada protocomunidad (es decir, que se agrupan con intereses y fines comunes), sin primero propiciar, gradualmente, a un proceso de sistematización de los conocimientos y experiencias previas, que estos sujetos han desarrollado,  de modo de ir haciendo conciente y coherente el conjunto de conocimientos, habilidades y capacidades que de manera fragmentada han ido acumulando hasta el momento, conformando un conjunto de certezas  que les permitiera ir neutralizando los elementos de autoinvalidación (duda, inseguridad, miedo al error, miedo al fracaso) con que este modelo societal de control, dominación y desigualdad, nos ha ido deformado en función de perpetuarse de manera metabólica (es decir, todos los elementos que lo integran, están condicionados de forma sistémica a su reproducción) en el sistema de referencia desde el cual concebimos la realidad, lo que termina por convertirnos en nuestros propios carceleros (inhibidores de aprendizaje) y en los carceleros de los otros.


Debo reconocer que no hice lo suficiente, que mis propios elementos de autoinvalidación y demás precariedades me hicieron actuar con muy poca firmeza y que eso contribuyó a alimentar los miedos y las precariedades de los otros actores involucrados, aunque ellos deberán en algún momento, evaluar sus propias actuaciones. Lo cierto fue que eso nos llevo a desperdiciar, parcialmente, una muy buena oportunidad para evolucionar  a un estado más integral de comprensión de la realidad.

Me imagino que a estas alturas se estarán preguntando dónde está la relación de todo esto con el asunto del hueco.

Bueno, esta relación está dada en la siguiente parábola: El último día de aquel malogrado proceso, me di a la tarea de realizarle un buen mantenimiento a los equipos que habíamos estado utilizando. En eso se me acercó, una persona a la que estimo mucho por tener una mente muy despierta, para solicitar mi ayuda para armar una silla de oficina  que había comprado.

Como siempre ha sido el caso, comenzamos a intercambiar ideas sobre una variedad de temas, cuando de pronto, se me ocurrió retarla con aquella pregunta sobre ¿cuál era la única construcción que se realizaba de arriba para abajo?

En un principio comenzó a racionar sobre aquella pregunta, pero no logró desarrollar ninguna respuesta, luego me solicitó una pista y le dije que dicha construcción podía ser utilizada para la disposición de las aguas servidas, claro que en la manera de planteárselo, había una clara intensión de confundirla, pero aún así, casi logra dar con la respuesta y me dijo que la construcción que se realiza de arriba para abajo era el túnel.

Yo reconocí que casi había dado en el blanco ya que el túnel podía ir en orden descendente, pero que lo más común era que se realizase, en sentido horizontal.

Aún así le dije que estaba desarrollando su razonamiento por el camino correcto, pero que aún no lograba acertar en la idea correcta,  entonces se acercó, otra persona que desde mi punto de vista tiene una mente muy sagaz, pero tampoco logró dar con la respuesta, opté por darles otra pista y les dije también, que aquella construcción era muy usada en la explotación petrolera, otra vez con la clara intención de decirles algo sin decirles nada.

Después de un buen rato, ambas personas se dieron por vencidas y terminé por darles la respuesta (el hueco), no sé si les pasó lo mismo que a mí, pero logré percibir en ellas ese sentimiento de ¿cómo no pude saber algo tan obvio?.

Y ese se convirtió en el nuevo tema de conversación: cómo esta racionalidad de comprensión descendente en donde somos formados (deformados diría yo) no nos permite reconocer los elementos más simples y fundamentales de la realidad.

Luego me puse a atar cabos y me di cuenta, de que yo mismo había estado actuando desde esa racionalidad y eso me había llevado a desarrollar una lógica de comprensión descendente, desde la cual me había sido muy difícil ubicar la secuencia de desarrollo integral de aquel proceso, llevándome a un estado de duda e inseguridad, que, al ser más proclive al control (repetición de esquemas preestablecidos) que a la autonomía (interpretación dinámica de la realidad) le fue restando pertinencia a mis aportaciones.

Cuando se parte del principio de que toda acción constructiva, debe concebirse desde un orden ascendente, es decir de abajo hacia arriba (de lo contrario se estará haciendo un hueco) uno termina dándose cuenta de que, ella misma, al irla concibiendo desde este orden, irá dando luces sobre  el camino a transitar para alcanzar  su estado de realización integral.

Claro que este proceso no debe estar exento de errores, ya que el error, asumido como herramienta didáctica, nos irá ayudando a desarrollar una relación más dinámica con la realidad. El error no es más que la manifestación de una inconsistencia en la comprensión de la relación armónica de los elementos que integran una determinada realidad, a la vez que también funciona como un indicador de que la perspectiva desde la cual estamos analizando la realidad requiere ser variada, no olvidemos que en muchas ocasiones, las ideas más geniales han sido producto de lo que en un principio se creyó era un error. Es hora de que dejemos de ver al error, sólo, como un indicativo de falta de conocimiento o de falta de capacidad.

Aunque, no se trata de usar el error como un bastón para ciegos, se trata más bien de utilizarlo para ejercitar nuestro sistema de percepción de la realidad (ensayo error), para, de esta manera, poder llegar a comprenderla desde una integralidad que permita, a su vez, emprender un proceso permanente de aprendizaje, que nos lleve a trascender nuestras propias  limitaciones, haciendo de la vida, un viaje permanente al descubrimiento de nuevas verdades.

Aclaratoria tal vez innecesaria

No sé si sea necesario aclarar que yo no tengo nada  en contra del hueco. El hueco no es el problema, incluso podríamos decir que el hueco es algo sencillamente profundo, oscuro y revelador a su vez. Lo importante es desarrollar una relación sana y equilibrada con el hueco, un hueco a veces puede llegar a salvarnos a darnos protección o abrigo, pero también puede atraparnos o incluso ser nuestro fin así como un día fue nuestro principio.

Lo importante es saber cuándo se está haciendo un hueco, es decir cuándo se está percibiendo la realidad de arriba para abajo y cómo eso puede influir negativamente en la consecución de algo que se quiera lograr.