La
Parábola del Hueco.
No recuerdo si fue en un
taller de planificación con el profesor Enrique Vila o en un taller que una
persona, a quien estimo mucho, hizo con un arquitecto argentino, pero un día
alguien vino a mí, con la perogrullada de que lo único que se podía construir
de arriba para abajo era un hueco.
Al principio lo tomé, sólo, como una
perogrullada, pero luego me fui dando cuenta de que lo quise ver de esa forma,
sólo porque me había molestado mucho la idea de que algo tan sencillo y tan
fundamental no se me hubiera ocurrido a mí, que suelo creer, a veces, que tengo
todas las respuestas. Pero a pesar de toda la soberbia de mis delirium tremens,
aquella idea resultaba ser tan obvia, que comencé a integrarla a mi sistema de
percepción de la realidad, aunque de una forma aún muy débil y muy incipiente.
Fue sólo después de una
experiencia un tanto traumática que viví recientemente, que le fui descubriendo
mayor pertinencia a aquella idea de que
toda construcción descendente, es decir, que se realiza de arriba para
abajo, terminaba siendo un hueco.
Resulta que por esos días
estuve participando en un proceso donde mi papel fundamental era el de
planificador, pero la planificación es, o debería ser, un acto colectivo, así
que procedí flexibilizar las cosas que doy por ciertas como estrategia
comunicacional para convocar al abordaje colectivo de aquella actividad de
planificación, pero choqué de frente con un conjunto de creencias e intereses
difusos, que terminaron por generar una situación de invalidación (duda de capacidad) lo que produjo que las distintas
aportaciones desde las cuales estaba contribuyendo a orientar las acciones de
aquel proceso, dejaran de tener pertinencia.
Mi reacción primaria ante
aquella situación de invalidación,
fue sentirme traicionado por quienes debieron haber acudido a mi convocatoria
de abordaje colectivo, venciendo sus propios procesos de autoinvalidación, pero que, muy por el contrario, llevados por la
incertidumbre que les causaba este abordaje colectivo, optaron por desconocer,
incluso, sus propias capacidades de relacionarse con la realidad, lo cual
terminó por generarles unos niveles
insostenibles de inseguridad.
Así que a las primeras de
cambio, aprovecharon algunos elementos de certeza (aprendizaje) que se habían
generando desde el proceso de abordaje colectivo, para acceder a un nivel de
comprensión de la realidad que les aportara los elementos necesarios para
disminuir los altos niveles de incertidumbre e inseguridad y conquistar un
conjunto de objetivos inmediatistas, que, si bien les iba generar beneficios y
seguridad material, nunca les llegarían a aportar, los niveles de autovalidación necesarios para desarrollar
estados más autónomos de interacción con la realidad.
Comprendí que había sido un
error el haber asumido que la aceptación del
abordaje colectivo de la realidad, constituía un proceso natural de
interacción entre los sujetos que integran una determinada protocomunidad (es
decir, que se agrupan con intereses y fines comunes), sin primero propiciar,
gradualmente, a un proceso de sistematización de los conocimientos y
experiencias previas, que estos sujetos han desarrollado, de modo de ir haciendo conciente y coherente
el conjunto de conocimientos, habilidades y capacidades que de manera
fragmentada han ido acumulando hasta el momento, conformando un conjunto de
certezas que les permitiera ir
neutralizando los elementos de autoinvalidación (duda, inseguridad, miedo al
error, miedo al fracaso) con que este modelo societal de control, dominación y
desigualdad, nos ha ido deformado en función de perpetuarse de manera
metabólica (es decir, todos los elementos que lo integran, están condicionados
de forma sistémica a su reproducción) en el sistema de referencia desde el cual
concebimos la realidad, lo que termina por convertirnos en nuestros propios
carceleros (inhibidores de aprendizaje) y en los carceleros de los otros.
Debo reconocer que no hice lo
suficiente, que mis propios elementos de autoinvalidación y demás precariedades
me hicieron actuar con muy poca firmeza y que eso contribuyó a alimentar los
miedos y las precariedades de los otros actores involucrados, aunque ellos
deberán en algún momento, evaluar sus propias actuaciones. Lo cierto fue que
eso nos llevo a desperdiciar, parcialmente, una muy buena oportunidad para
evolucionar a un estado más integral de
comprensión de la realidad.
Me imagino que a estas
alturas se estarán preguntando dónde está la relación de todo esto con el
asunto del hueco.
Bueno, esta relación está
dada en la siguiente parábola: El último día de aquel malogrado proceso, me di
a la tarea de realizarle un buen mantenimiento a los equipos que habíamos
estado utilizando. En eso se me acercó, una persona a la que estimo mucho por
tener una mente muy despierta, para solicitar mi ayuda para armar una silla de
oficina que había comprado.
Como siempre ha sido el
caso, comenzamos a intercambiar ideas sobre una variedad de temas, cuando de
pronto, se me ocurrió retarla con aquella pregunta sobre ¿cuál era la única
construcción que se realizaba de arriba para abajo?
En un principio comenzó a
racionar sobre aquella pregunta, pero no logró desarrollar ninguna respuesta,
luego me solicitó una pista y le dije que dicha construcción podía ser
utilizada para la disposición de las aguas servidas, claro que en la manera de
planteárselo, había una clara intensión de confundirla, pero aún así, casi
logra dar con la respuesta y me dijo que la construcción que se realiza de
arriba para abajo era el túnel.
Yo reconocí que casi había
dado en el blanco ya que el túnel podía ir en orden descendente, pero que lo
más común era que se realizase, en sentido horizontal.
Aún así le dije que estaba
desarrollando su razonamiento por el camino correcto, pero que aún no lograba
acertar en la idea correcta, entonces se
acercó, otra persona que desde mi punto de vista tiene una mente muy sagaz,
pero tampoco logró dar con la respuesta, opté por darles otra pista y les dije
también, que aquella construcción era muy usada en la explotación petrolera,
otra vez con la clara intención de decirles algo sin decirles nada.
Después de un buen rato,
ambas personas se dieron por vencidas y terminé por darles la respuesta (el hueco), no sé si les pasó lo mismo
que a mí, pero logré percibir en ellas ese sentimiento de ¿cómo no pude saber
algo tan obvio?.
Y ese se convirtió en el
nuevo tema de conversación: cómo esta racionalidad de comprensión descendente
en donde somos formados (deformados diría yo) no nos permite reconocer los
elementos más simples y fundamentales de la realidad.
Luego me puse a atar cabos y
me di cuenta, de que yo mismo había estado actuando desde esa racionalidad y
eso me había llevado a desarrollar una lógica de comprensión descendente, desde
la cual me había sido muy difícil ubicar la secuencia de desarrollo integral de
aquel proceso, llevándome a un estado de duda e inseguridad, que, al ser más
proclive al control (repetición de esquemas preestablecidos) que a la autonomía
(interpretación dinámica de la realidad) le fue restando pertinencia a mis
aportaciones.
Cuando se parte del
principio de que toda acción constructiva, debe concebirse desde un orden
ascendente, es decir de abajo hacia arriba (de lo contrario se estará haciendo
un hueco) uno termina dándose cuenta de que, ella misma, al irla concibiendo
desde este orden, irá dando luces sobre
el camino a transitar para alcanzar
su estado de realización integral.
Claro que este proceso no
debe estar exento de errores, ya que el error, asumido como herramienta
didáctica, nos irá ayudando a desarrollar una relación más dinámica con la
realidad. El error no es más que la manifestación de una inconsistencia en la
comprensión de la relación armónica de los elementos que integran una
determinada realidad, a la vez que también funciona como un indicador de que la
perspectiva desde la cual estamos analizando la realidad requiere ser variada,
no olvidemos que en muchas ocasiones, las ideas más geniales han sido producto
de lo que en un principio se creyó era un error. Es hora de que dejemos de ver
al error, sólo, como un indicativo de falta de conocimiento o de falta de
capacidad.
Aunque, no se trata de usar
el error como un bastón para ciegos, se trata más bien de utilizarlo para
ejercitar nuestro sistema de percepción de la realidad (ensayo error), para, de
esta manera, poder llegar a comprenderla desde una integralidad que permita, a
su vez, emprender un proceso permanente de aprendizaje, que nos lleve a
trascender nuestras propias
limitaciones, haciendo de la vida, un viaje permanente al descubrimiento
de nuevas verdades.
Aclaratoria
tal vez innecesaria
No sé si sea necesario
aclarar que yo no tengo nada en contra
del hueco. El hueco no es el problema, incluso podríamos decir que el hueco es
algo sencillamente profundo, oscuro y revelador a su vez. Lo importante es
desarrollar una relación sana y equilibrada con el hueco, un hueco a veces
puede llegar a salvarnos a darnos protección o abrigo, pero también puede
atraparnos o incluso ser nuestro fin así como un día fue nuestro principio.
Lo importante es saber
cuándo se está haciendo un hueco, es decir cuándo se está percibiendo la
realidad de arriba para abajo y cómo eso puede influir negativamente en la
consecución de algo que se quiera lograr.